Una alimentación saludable cubre, en las cantidades y proporciones idóneas, la necesidad de energía y nutrientes que el organismo requiere en las diferentes etapas de la vida, y conservar o restablecer la salud y reducir el riesgo de sufrir enfermedades, garantizando la diversidad de alimentos y de técnicas de preparación. Debe ser suficiente, completa, variada y equilibrada, adaptada a las características individuales y sociales del entorno, satisfactoria, segura, sostenible y asequible. Debe ser agradable y aportar placer sensorial. Además, debe ser segura, es decir, que no contenga contaminantes ni tóxicos que supongan un riesgo para la salud.